Fe y política en tiempos de crisis y cambios sociales

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Lo que ha ocurrido en Chile a partir del 18 de octubre de este año ha sido inesperado y ha tenido una envergadura que nadie podría haber imaginado. Por lo mismo, aún se quedan cortos los análisis y es difícil definir tanto causas como consecuencias. Todo se mezcla. La justicia de las demandas sociales con la acciones que se acercan a lo delictual y dañan el valor y la masividad de las movilizaciones. Los grandes grupos de personas que se manifiestan por su propio interés o por la adhesión a demandas colectivas con grupos más organizados que aspiran a fines políticos entre los cuales está la desestabilización del estado de derecho. Es decir, generar un estado tal de anarquía que al Presidente de la República no le quede otra opción que renunciar.

De todos modos, a mi parecer, es muy complejo definir un solo factor que sea el causante de este movimiento, que incluso podemos llamar revolución. Siempre es posible acudir a la tesis del complot y ver en esto causas externas como las que adjudican la responsabilidad a Cuba, a Venezuela o incluso a China, o a causas internas como los grupos narco terroristas, anarquistas o al Partido Comunista y a los sectores más extremos del Frente Amplio. Pienso que puede haber concurrencia de factores, pero estimo que adjudicar la inteligencia de lo ocurrido en Chile estas semanas a una de esas causas como exclusiva sería simplificar demasiado las cosas y valorar poco el sentir genuino de nuestro pueblo. Sigue leyendo